Erase una vez hace muchísimos años que en un reino vivían un rey con un hijo único. Un día el rey llamó a su heredero y le dijo:
- Hijo mío yo soy muy mayor y pronto dejaré de ser el rey, por lo que tienes que buscar una buena mujer que pueda ser tu esposa y también la próxima reina.
El príncipe pensó cómo echarse una novia, bajaré a la aldea el día del mercado
que viene mucha gente.
Y así fué.
Esa mañana se vistió como un caballero, pues no quería que le reconocieran, y paseando entre los puestos, escuchó una voz que gritaba:
- Las tres naranjitas del amor que salen novias. Las tres naranjitas del amor que salen novias. Compren y vean caballeros las tres naranjitas del amor.
Justo es lo que necesito.
Se acercó a la vendedora y se llevó las tres naranjas.
El príncipe se apartó a una calle con menos gente, cogió una naranja y la tiró al suelo. De la naranja salió una bella joven que le dijo:
- Buenos días caballero
con su capa y su sombrero.
Me da agua para lavarme,
peine para peinarme
y toalla para secarme.
- No señora. No lo tengo.
- Pues naranjita me vuelvo.
Y se volvió naranjita.
El príncipe sorprendido se alejó hacia un lugar más tranquilo, cogió otra naranja y la cachó en el suelo. De nuevo salió una hermosa joven que le dijo:
- Buenos días caballero
con su capa y su sombrero.
Me da agua para lavarme,
peine para peinarme
y toalla para secarme.
- No señora. No lo tengo.
- Pues naranjita me vuelvo.
Y se volvió naranjita.
El joven regresó al mercado y compró una palangana, un peine y una toalla.
Buscó la fuente del parque y allí cachó la naranjita que le quedaba. De nuevo apareció una bella joven madre, pues traía a su hijo en brazos, que le dijo:
- Buenos días caballero
con su capa y su sombrero.
Me da agua para lavarme,
peine para peinarme
y toalla para secarme.
- Si señora, tenga Usted.
El príncipe imaginó lo cansados que llegarían al castillo con el niño en brazos y la comentó:
- Necesito ir a casa a por un carruaje. Tendrás que esperarme un rato.
- No importa. Vete tranquilo. Me quedaré lavando al niño.
Nada más irse el rey, una mujer que estaba viéndolo todo, se prestó a ayudar a la joven y, cuando la estaba peinando, cogió una horquilla y se la hincó en la cabeza. En ese instante, la bella joven se convirtió en una paloma que revoloteaba entre las ramas de los árboles.
La mujer se puso la ropa, se lavó, se peinó y esperó a que regresara el joven.
Éste la encontró un poco rara.
-Sí, es que me ha dado un poco el sol- le dijo.
El príncipe llevó a la mujer, que se hizo pasar por la madre, y al niño al castillo.
Se casaron y vivieron juntos, como el rey y la reina.
El jardinero le comentó al nuevo rey que muchos días se acercaba una paloma y le preguntaba:
- ¿Qué tal el rey con la reina nueva?. Y el niño ¿ríe o llora?
- Algunas veces ríe y algunas veces llora.
- ¡Pobrecita de su madre por los campos triste y sola!
Un precioso día de primavera los reyes salieron a comer al jardín.
Se acercó la paloma. En el plato del rey picaba y en el plato de la reina se cagaba. Ésta se esfadó pero el rey cogió a la paloma y acariciando su cabecita, notó que tenía algo clavado y, sin saberlo, sacó la horquilla, apareciendo la joven.
El niño sonrió al reconocer a su madre.
El rey se dió cuenta del engaño de su mujer y la envió inmediatamente a las mazmorras.
El nuevo rey y la joven madre se casaron, vivieron felices, comieron perdices
y a mi me dieron con el plato en las narices.
Y así fué como el joven rey encontró una buena novia gracias a las tres naranjitas del amor
Y colorín colorado,
este cuento se ha acabado.
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