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lunes, 9 de marzo de 2015

Cuento Abuela- "Las tres naranjitas del amor"

Erase una vez hace muchísimos años que en un reino vivían un rey con un hijo único. Un día el rey llamó a su heredero y le dijo:
- Hijo mío yo soy muy mayor y pronto dejaré de ser el rey, por lo que tienes que buscar una buena mujer que pueda ser tu esposa y también la próxima reina.

El príncipe pensó cómo echarse una novia, bajaré a la aldea el día del mercado
que viene mucha gente.

Y así fué.

Esa mañana se vistió como un caballero, pues no quería que le reconocieran, y paseando entre los puestos, escuchó una voz que gritaba:

- Las tres naranjitas del amor que salen novias. Las tres naranjitas del amor que salen novias. Compren y vean caballeros las tres naranjitas del amor.

Justo es lo que necesito.

Se acercó a la vendedora y se llevó las tres naranjas.

El príncipe se apartó a una calle con menos gente, cogió una naranja y la tiró al suelo. De la naranja salió una bella joven que le dijo:

- Buenos días caballero
  con su capa y su sombrero.
  Me da agua para lavarme,
  peine para peinarme
  y toalla para secarme.

- No señora. No lo tengo.

- Pues naranjita me vuelvo.

Y se volvió naranjita.

El príncipe sorprendido se alejó hacia un lugar más tranquilo, cogió otra naranja y la cachó en el suelo. De nuevo salió una hermosa joven que le dijo:

- Buenos días caballero
  con su capa y su sombrero.
  Me da agua para lavarme,
  peine para peinarme
  y toalla para secarme.

- No señora. No lo tengo.

- Pues naranjita me vuelvo.

Y se volvió naranjita.

El joven regresó al mercado y compró una palangana, un peine y una toalla.

Buscó la fuente del parque y allí cachó la naranjita que le quedaba. De nuevo apareció una bella joven madre, pues traía a su hijo en brazos, que le dijo:

- Buenos días caballero
  con su capa y su sombrero.
  Me da agua para lavarme,
  peine para peinarme
  y toalla para secarme.

- Si señora, tenga Usted.

El príncipe imaginó lo cansados que llegarían al castillo con el niño en brazos y la comentó:

 - Necesito ir a casa a por un carruaje. Tendrás que esperarme un rato.
- No importa. Vete tranquilo. Me quedaré lavando al niño.

Nada más irse el rey, una mujer que estaba viéndolo todo, se prestó a ayudar a la joven y, cuando la estaba peinando, cogió una horquilla y se la hincó en la cabeza. En ese instante, la bella joven se convirtió en una paloma que revoloteaba entre las ramas de los árboles.

La mujer se puso la ropa, se lavó, se peinó y esperó a que regresara el joven.
Éste la encontró un poco rara.

-Sí, es que me ha dado un poco el sol- le dijo.

El príncipe llevó a la mujer, que se hizo pasar por la madre, y al niño al castillo.
Se casaron y vivieron juntos, como el rey y la reina.

El jardinero le comentó al nuevo rey que muchos días se acercaba una paloma y le preguntaba:

- ¿Qué tal el rey con la reina nueva?.  Y el niño ¿ríe o llora?

- Algunas veces ríe y algunas veces llora.

- ¡Pobrecita de su madre por los campos triste y sola!

Un precioso día de primavera los reyes salieron a comer al jardín.

Se acercó la paloma. En el plato del rey picaba y en el plato de la reina se cagaba. Ésta se esfadó pero el rey cogió a la paloma y acariciando su cabecita, notó que tenía algo clavado y, sin saberlo, sacó la horquilla, apareciendo la joven.
El niño sonrió al reconocer a su madre.

El rey se dió cuenta del engaño de su mujer y la envió inmediatamente a las mazmorras.


El nuevo rey y la joven madre se casaron, vivieron felices, comieron perdices
y a mi me dieron con el plato en las narices.

Y así fué como el joven rey encontró una buena novia gracias a las tres naranjitas del amor

Y colorín colorado,
este cuento se ha acabado.

martes, 26 de febrero de 2013

"Garbancito" en la tripa del buey

"Garbancito" es la historia de un niño que nació
tan pequeño como un garbanzo. Y así le llamaron.

Siempre les decía a sus preocupados padres:

-El tamaño no importa, lo que vale es la inteligencia
 y yo soy  un niño muy sabio.

Un día, al guisar la comida, la madre se dió cuenta de que le faltaba
un poco de azafrán y mandó a Garbancito a comprarlo a la tienda.

Para que la gente no le pisara, caminaba cantando esta canción:

"Pachín, pachán, pachón,
mucho cuidado con lo que hacéis.
Pachín, pachán, pachón,
a Garbancito no piséis"

Le costó gritar un poco para que el tendero le viera,
pero pidió y pagó el azafrán con una moneda.

Al volver a casa, la madre contenta, le dijo:
-¡Bién! Hijo, ya está sabrosa la comida.
  Ahora tengo que llevársela a tu padre al campo donde trabaja.
-¡Iré yo, mamá!
Y lanzando la cesta encima de su cabeza, se fué cantando bajito.

Ya quedaba poco para llegar al huerto de su padre,
cuando se oyó un trueno y empezó a llover a cántaros.
Garbancito, rápidamente, se refugió debajo de una col.

Un tranquilo buey, que tenía mucha hambre,
vió la col verde y jugosa,  abrió la boca y se la comió.
¡Y también a Garbancito!

Ya tarde, la madre fué a buscarlos al campo.
Los padres, viendo que Garbancito no estaba, le llamaron:

-Garbancito, hijo, ¿Dónde estás?

- Aquí, en la tripa del buey que se mueve,
  donde no truena ni llueve.

El buey, que tenía la tripa llena, se tiró un gran pedo y ...
¡Garbancito salió por el culo!

Y los tres volvieron a casa muy felices.

Coloreamos a Garbancito dentro de la tripa del buey.

Recortamos la col

 y la pegamos doblando una pestaña encima de Garbancito.

Coloreamos de marrón la piely le ponemos los cuernos con dos palillos de madera.

 Le dibujamos hierba y flores para que coma.

 ¡Qué gracioso este cuento de Garbancito!


Ficha Garbancito

miércoles, 28 de marzo de 2012

Cuentos de la Abuela - MANTEL COMPONTE

Se lo pasan en grande y yo también con los cuentos de mi abuela.
¡Qué voz pones!- me dicen.
No sé si se titula Mantel Componte o Cachiporra Componte.

Con este enternecedor cuento me despido hasta después de la Semana Santa.
¡Qué disfrutéis!

MANTEL COMPONTE

Érase una vez una madre y un hijo muy pobres. La mujer apenas ganaba dinero para comer y el hijo, bueno, ella se quejaba de que era un poco tonto
y de que no aportaba nada a la casa.

El muchacho, iba todas las mañanas a llorar su pena a la orilla del río.
Un día, una viejecita que le vió le dijo: -¿Qué te pasa? ¿Por qué estás tan triste?
- Es que mi madre dice, que soy un poco tonto
y que no la ayudo a llevar comida a casa.
Le dió un mantel de tela de cuadros y le dijo:
- Toma este mantel y cuando tengáis hambre decir: MANTEL COMPONTE.

Cuando iba para su casa pensó: Voy a enseñárselo a mis amigos los posaderos.
Y así lo hizo.
Venid, mirad lo que traigo: MANTEL COMPONTE. Y aparecieron sobre el mantel
alimentos de todas clases. Comieron hasta hartarse.
La abuela de los posaderos le dijo: - Déjame el mantel que le sacudo las migas.
Y al muchacho le devolvió otro mantel también de cuadros.

Al llegar a su casa: -Madre, ahora no digas que soy tonto: MANTEL COMPONTE,
MANTEL COMPONTE, MANTEL COMPONTE. Nada allí no aparecía nada.
La madre, enfadada, le dió unos azotes en el culo: Toma, toma y toma. Mira qué eres tonto.

A la mañana siguiente: -Pero ¿sigues triste muchacho?
Es que mi madre dice que no puedo trabajar ni traer dinero a casa porque soy tonto.
Anda toma este burro y cuando necesitéis dinero decir: BURRO CAGA.

De regreso a casa pensó: Ahora voy a enseñárselo a mis amigos los posaderos.
Y así lo hizo.
Venid, mirad: BURRO CAGA. El animal comenzó a cagar moneditas de oro.
Todos se llenaron los bolsillos. El padre le dijo:
- Dame el burro que descanse en la cuadra. Y, al irse, le dió otro burro tan parecido que el muchacho no lo notó.

Entrando en su casa: - Madre, ahora no digas que soy tonto. Saca tu vestido de novia. Acercándose al animal le dijo: BURRO CAGA. Y el burro comenzó a cagar boñigas que olían muy mal.
La madre gritaba con disgusto: -Tonto, más que tonto.

Al día siguiente, contó a la viejecita que ni el mantel ni el burro
funcionaron en su casa.
-¡Ay!, no te das cuenta de que tu mantel y tu burro lo tienen los posaderos.
Que te los cambiaron. Anda toma esta cachiporra y si no te los quieren devolver, dices: CACHIPORRA COMPONTE.

Y así lo hizo. Entró en la Posada y, muy enfadado, les pidió el mantel y el burro. -¿Qué no me los queréis dar? CACHIPORRA COMPONTE. La porra salió volando y golpeó a los posaderos en la cabeza. -¡Ay! ¡Ay! Vale,Vale ¡Llévatelos!.

Más tranquilo llamó a su madre: -Madre, ahora no dirás que soy tonto.
Pero ésta no le hizo caso. Extiendió en mantel y dijo: MANTEL COMPONTE
Y se compuso de comidas de todas clases.
Se acercó al animal y le susurró en la oreja: BURRO CAGA Y cagó moneditas de oro.

Mira madre, ya no pasaremos hambre
y podremos comprarnos unos zapatos nuevos.

La madre sorprendida abrazándose a su hijo, le dijo:
-¡Hijo mío! ¡ Pero qué listo eres!

Y colorín colorado...
Este cuento se ha acabado.

Moraleja: ¡No llaméis tonto a nadie!

jueves, 3 de noviembre de 2011

Cuentos de la Abuela - Las Manzanas

Mi abuela me contaba el cuento de Las Manzanas.



Hace mucho tiempo, en un reino muy lejano, el rey, preocupado
por la salud de su hija, la princesa, hizo venir a los sabios,
quienes le aseguraron que la niña se curaría comiendo una manzana.

Todos los campesinos del reino plantaron manzanos, pero ninguno
logró que sus manzanas sanáran a la princesa.
Esta crecía delicada, ojerosa, sin lustre en la cara.

Cuando llegó a la edad de casarse, el rey llamó a los mensajeros
y les mandó que llevaran a todos los rincones del reino este bando:

"Aquel joven que traiga la manzana que cure a la princesa,
se casará con ella y podrá ser el futuro rey".

En una aldea perdida, un humilde labrador cuidaba un manzano
que daba unas manzanas, redondas, brillantes, dulces, ¡Uhm!.
Les dijo a sus hijos: -Tenéis que visitar a la princesa y
llevarla nuestras manzanas, que las pruebe.

Uno de ellos contesto: -Iré yo que soy el hijo mayor.

Guardó las mejores manzanas en una cesta, las tapó con un paño
y se encaminó hacia el castillo. Al pasar por el puente que cruza
el río, salió a su encuentro una viejecita que le dijo:

-Buen mozo ¿Qué llevas en esa cesta?
-¿Yo? Morcillas.
-Bueno, pues que se te conserven grandes y hermosas.

En la puerta del castillo, la Guardia Real le echaron el Alto y
le preguntaron adónde iba y qué traía en la cesta.
El muchacho al levantar el paño, mostró unas olorosas morcillas.

-¡A las mazmorras! Aquí no se viene a engañar a la princesa.

El mediano hizo lo mismo que su hermano, sólo que
a la viejecita la contestó:
-¿Yo? Ranas.
Los guardias se asustaron al verlas saltar y croar,
y encerraron al mozo en las mazmorras.

El hijo pequeño pensó: -¡Vale, yo iré!.

Cogió la cesta con las manzanas y al pasar por el puente
que cruza el río, se le acercó una viejecita, que le dijo:

-Buen mozo ¿Qué llevas en esa cesta?
-¿Yo? manzanas.
- Bueno, pues que se te conserven grandes y hermosas.

La Guardia Real no le dejaba entrar porque no querían
que ningún mozo se riera de la joven princesa.

Les pidió por favor que, al menos, le dejaran probar
una y, al levantar el paño, descubrieron unas manzanas,
redondas, brillantes, ¡Uhm, qué aroma despedían!

-Está bién, puedes pasar y subir a la torre.

La princesa, nada más saborear la manzana, comenzó a cambiar:
sus ojos relucían, sus mejillas resplandecían y sus labios sonreían.

El rey cumplió con su promesa y ofreció al buen mozo la mano de la princesa.
Pensando: -Si ha sido capaz de curar a mi hija,
seguro que podrá reinar con sabiduría.
Y vivieron felices. Y comieron perdices.

¡Me encantan estos ratos! Unicos.
Sentir la emoción que expresan
espontáneamente los niños.