La Navidad es un tiempo de dedicación a nuestros niños.
A los más mayores, como a mí, nos despierta recuerdos de la Noche de Reyes en el barrio de Usera. Mis tíos trabajaban en un taller de muñecos y mis padres
los ayudaban a venderlos hasta última hora en un puesto de la calle.
Cuando terminaban, se presentaban con un delicioso roscón de la panificadora.
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Estos días atrás, alguien entró en clase y se llevó las bandejas del equipo verde. Nos dejó notas en las que nos pedía ser un poco más ordenados con los juguetes y el material.
Busca, busca buscarás,
pero no me vas a encontrar.
-Soy X X X- firmaba.
Logramos descubrir el escondite de las bandejas en los baúles del pasillo.
Oh, sorpresa!, entre los almohadones de los niños de 3 años
aparecieron cuentos.
Por fin un día nos reveló quién era:
-Soy el duende Trasto que te pico y te rasco.
Necesito besos para mi amada Hada Acaramelada y nos pide que le mandemos una foto, que quiere conocernos.
Mirad qué guapos estamos.
Esta tarde le hemos dejado un cartel con palabras bonitas.
¿Qué nos dirá?
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