Miguel Hernández, poeta, encerrado en la cárcel del barrio de Torrijos
de Madrid, envía una carta a su mujer Josefina acompañada de un retrato suyo,
realizado por Antonio Buero Vallejo, también escritor.
"No quiero dejar de cumplir en lo que puedo mi palabra, y ya que no puedo ir
en carne y hueso, iré a lápiz, o sea, dibujado por un compañero de fatigas,
como verás, bastante bien. Se lo enseñarás al niño todos los días para que
vaya conociéndome, y así no me extrañará cuando me vea".
Josefina le responde con una foto de su hijo Manuel Miguel
de siete meses de edad.
Cuando el poeta mira la sonrisa de su hijo, la ve tan hermosa,
que se convierte en su mejor compañía.
"No pasa un momento sin que lo mire".
Ella le comenta su difícil situación económica:
"Apenas me queda para comer pan y cebolla".
A Miguel le preocupa que su hijo mame zumo de cebolla en vez de leche.
Se queda dos días en el dormitorio, sin salir al patio de la prisión.
Cuando aparece, recita de memoria a sus compañeros el poema de
La Nana de la Cebolla.
Al comenzar la clase por la tarde, les canto unas estrofas
de este conmovedor poema, que llevo en mi memoria.
Lo que yo no sabía es que la melodía no es de
Joan Manuel Serrat, sino de Alberto Cortez.
NANA DE LA CEBOLLA
La cebolla es escarcha
pelada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.
Una mujer morena
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete niño,
que te tragas la Luna
cuando es preciso.
Los niños y las niñas me alertan: "Mira, la cebolla se está abriendo".
Se refieren al bulbo de Jacinto que crece en la ventana.
Claro -les digo- la cebolla puede germinar como una semilla.
Podéis usar este enlace de La Nana de la Cebolla y emocionaros.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario