Había una vez hace muchísimo tiempo un país en el que sólo vivían los niños y las niñas.
Sabían comprar y prepararse la comida, bañarse y lavarse la ropa,
pero se sentían un poco tristes.
Un buen día de Primavera, Antonio propone a los demás niños recoger piedras preciosas,
que él se las daría al HADA ACELERADA..
Y así lo hizo. Subió a la montaña, llegó al palacio.
Llamó a la puerta y la abrió, pues no había nadie.
El Gran Salón estaba lleno de cajas de distintos tamaños y decoradas con grandes lazos.
De pronto, aparece el HADA ACELERADA, que le pregunta:
-¿Quién eres tú? ¿Qué haces en mi casa?
-Soy Antonio- contestó el chico- Quería conocerte y entregarte estas piedras de parte de los niños y las niñas de mi aldea.
-¡Gracias! Son muy valiosas. Las guardaré para mi colección. ¿Qué quieres?
- Necesito que vengas conmigo, a ver si puedes devolver la sonrisa a mis amigos.
-Estoy muy ocupada. Ya ves, corriendo de un lado a otro. ¡Te acompañaré!-replicó el hada.
Se dieron la mano y en un pis pas llegaron a la plaza del pueblo, volando por encima de las casas.
Los recibieron con un gran alboroto, ya que el HADA desde el cielo,
convirtió las piedras en CARAMELOS de todos los sabores.
Los niños y las niñas recobraron la sonrisa y vivieron felices muchos años.
De vez en cuando la llamaban: ¡HADA ACARAMELADA.! y aparecía en un pis pas.
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La pintamos con acuarelas.
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