lunes, 11 de octubre de 2010
Viaje a la Edad de Piedra
El hombre prehistórico
Para entender la forma de vida de los Hombres Paleolíticos, nuestros antepasados prehistóricos más cercanos, nos sentimos obligados a empezar por el principio y caminar por la senda de la evolución del hombre:
Todo empezó en la selva de Africa. Hace 70 millones de años aparecieron los primates o prosimios primitivos, animales más parecidos a una musaraña actual que a un mono. Descendían de Insectívoros que adoptaron la vida en las copas de los árboles.
Hace 30 millones de años se dividieron en dos grupos: los Antropomorfos (chimpancés, gorilas) y los Homínidos (al que pertenecemos nosotros).
Los Antropomorfos siguieron viviendo en los árboles alimentándose de frutos, hojas y brotes tiernos. Los Homínidos bajábamos de las ramas al suelo a recoger frutos y granos, mirábamos por encima de la hierba, andábamos deprisa para que no nos cogieran las fieras o nos defendíamos de ellas a pedradas y trepando rápidamente a los árboles.
Cuando el clima trajo la sequía, muchos árboles y animales se extinguieron. La selva se redujo al cauce de los grandes ríos, dando lugar a la sabana, espacio abierto de plantas bajas: arbustos gramináceas y hierbas, quedando pocos árboles.
El bosque quedó reducido al cauce de los grandes ríos.
Los Homínidos abandonamos el bosque y nos acostumbramos a vivir en el suelo de la sabana, entre los arbustos y los cereales. Nos alimentábamos de plantas, frutos y granos de cereales. Eramos Recolectores.
El cuerpo sufre transformaciones importantes, que nos separan definitivamente de nuestros parientes los monos. El Doctor Odontólogo y Naturalista Félix Rodríguez De La Fuente nos lo cuenta así:
Poco a poco, y en una labor de muchísimos años, pudimos caminar erguidos, la cadera y la columna se arquean para sujetar el tronco, ayudadas por los glúteos. Los ojos miraron con más precisión a lo lejos por encima de los cereales, por si venía alguna fiera. Los colmillos nos desaparecieron, las muelas se juntaron para moler los granos, achicando la mandíbula, que dejó más ligero el cráneo para que pudiera crecer el cerebro. Los dedos pulgares de las manos se fueron enfrente de los índices para coger los granos pequeños. Los brazos se acortaron y las piernas se fortalecieron con la marcha y la carrera.
Hacha de mano de doble cara - Bifaz
Aprendimos a crear armas y útiles: a modificar el medio natural para cubrir nuestras necesidades de alimento y abrigo. Nos convertimos en Descubridores e Inventores por eso nos llamamos Homo Sapiens, Hombres Sabios.
Nos desplazamos y poblamos Asia, América, por el estrecho de Bering, y nagevamos hasta Australia. Todas las personas que existimos hoy en La Tierra descendemos
del Homo Sapiens Sapiens.
Homo Sapiens Sapiens
¡Así hemos quedado de guapos!
Dentro de poco disfrutaremos de un Otoño Prehistórico en la senda de Arqueopinto:
Acompañaremos a Lucy, una chica Australopiteca, que aún se parece bastante a las chimpancés.
Golpearemos piedras de sílex para romperlas en pequeñas láminas o lascas y ayudaremos a cortar la carne al Homo Antecessor de la cueva de Atapuerca,
pues se va a arañar los dientes.
Frotando un palo o golpeando dos piedras de pirita, haremos fuego con el Homo Neanderthal.
¡Qué extraños los Neandethales! sobreviven un período glacial, más de cien años, en Europa y Próximo Oriente y luego desaparecen. Eso sí, nos dejaron el control del fuego para calentarnos, alumbrarnos, asar la carne y ahuyentar a las fieras. Se atrevieron a cazar animales enormes como los mamuts, osos y rinocerontes lanudos, creando armas de piedra, bifaces, puntas de lanza, cuchillos para desollar a los mamuts. Curtieron las pieles para abrigarse. Levantaron campamentos con tiendas de huesos, colmillos y pieles de mamut.
Visitaremos la pared de las pinturas rupestres de los primeros artistas de la Humanidad los Homo Sapiens Cromagnon. Puede que nos dejen estarcir alguna mano.
Ya que nos parecemos a ellos, nuestros antepasados de la Edad de Piedra.
En los talleres prehistóricos viajaremos hacia atrás en el tiempo a la Edad de Piedra y ¡a la luz de las velas! pintaremos con carbón y polvos de color ocre o rojo, algún animal que nos dé suerte en la caza.
¡Qué interesante es todo esto, aunque esté tan lejos!
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