viernes, 29 de enero de 2010

Día de los Maestros y de las Maestras


La señorita Tere

En este día y en los momentos en los que, dentro de mi labor me encuentro incomprendida, recuerdo a la Señorita Tere, mi maestra.

Llamó a mi madre y la dijo que Montse, con ocho años de edad, dejaba tan limpios los cuadernos a lápiz, que ya podía escribir con pluma y tintero.




Foto en el día de Fin de Curso

Me regalaron una pluma estilográfica Parker. En casa pasábamos a limpio a tinta, lo que trabajábamos en clase a lápiz. Insistí a mis padres para que me dejaran llevar la pluma al colegio, porque terminaba pronto las tareas de clase y podía aprovechar.

Y el primer día que la llevé, la Señorita Tere me felicitó. Me la quitaron. No me atreví a decir nada , pero ella, pendiente de mi decepción, nos habló a la salida y apareció mi pluma en la cajonera de mi pupitre para dos.

Una persona de mirada transparente, un ojo de distinto color. Se dirigía a ti de primera mano, contenta, triste o enfadada. Te exigía, pero te valoraba.

La verdad es que sembró en mí gran confianza. Favoreció mi Autoestima. Dado que un año antes había nacido mi hermana y me encontraba un poco princesa destronada.

lunes, 25 de enero de 2010

Teje la Paz y no la Guerra

Teje la paz y no la guerra

Gandhi nos sitúa: No existe un camino que nos lleve a la Paz.
La Paz es el camino.

En el Aula de Infantil, para solucionar conflictos hacemos un recorrido difícil: hablar para decir lo que me pasa, mis sentimientos, emociones.

Escuchar a los demás y comprender lo que les pasa a ellos.




Teje la Paz y no la Guerra.

Esta imagen de Craft Magazine refleja mis sentimientos.

lunes, 11 de enero de 2010

Muñeco Miguelín


Montse con su muñeco Miguelín a los cuatro años.

Os presento a Miguelín, muñeco de goma, que se asoma dentro del cochecito de capota.

No me lo trajeron los Reyes Magos, no. Me lo compraron mis padres un verano.

Paseábamos por la calle de Atocha, cuando me paré ante el escaparate de una juguetería.

Se miraron con la complicidad de que uno pensaba lo mismo que el otro. Se gastaron
la paga de Julio. Se dieron el capricho de ser felices con su niña.

Han pasado cincuenta años y aún conservo a " mi Miguelín". Mis hermanitas lo rayaron
con bolígrafo, pero casi no se nota.

Recuerdo que le daba papilla por un tubito que tenía en la boca y le llenaba de miga
de pan con agua, le quitaba la cabeza, le bañaba, le vestía, le acostaba y le paseaba en
el cochecito de capota.

La foto no tiene desperdicio: El gesto del no quiero. Las trenzas. El vestido blanco con lunares azules, y debajo el cancán. La mañanita de angora celeste.

Me encuentro en la puerta de mi casa, en el barrio Pradolongo, al final de la calle de
Isabelita Usera. Los escalones comunicaban con un estrecho pasillo del que salía a
un lado la cocina y al fondo la habitación. No contábamos con agua corriente, sí con
electricidad, pues escuchábamos la radio. El servicio, de los de las letrinas, lo compar-
tíamos con mis vecinos, hermanos de mi madre, en un mínimo patio de la parte de atrás. Siento el barro, la humedad chorreando por las paredes en invierno, y la voz de mi madre:

¡No te manches!

miércoles, 6 de enero de 2010

El día de Reyes

Eran los comienzos de los años 60, pues aún era la hija única y la primera sobrina.

Recuerdo que la empresa donde trabajaba mi padre repartía entradas del Circo Price para la mañana del día de Reyes. Allí presenciábamos las actuaciones de los artistas más variados. Algunos de los Números que vienen a mi memoria: los chimpancés preparándose para irse a dormir,
la jaula de los leones, Charlie Rivel el Payaso de los Mimos, Pinito del Oro la Reina del Trapecio, la música, el ambiente festivo, las emociones a flor de piel.

Al salir, mostrábamos una papeleta y me obsequiaban con un juguete: un tren mecánico. Funcionaba dándole cuerda a la locomotora, que daba vueltas y vueltas.


Lo más importante de ese día, para mí y creo que para mi familia, es que son los Cumpleaños de mi madre, con lo cual la fiesta continuaba en casa. Por la tarde llegaban mis tíos y mis tías a tomar café o chocolate con Roscón y se quedaban a merendar la deliciosa ensaladilla rusa de mi madre.

Mientras yo trasteaba con los juguetes que me habian dejado los Reyes, ellos escuchaban música de la radio y bailaban.

¡Cómo nos divertíamos!